La salud mental es una cuestión demasiado seria como para que venga un megalómano con poder, pero sin escrúpulos ni valores ni empatía y la utilice a su antojo para beneficio personal. Esto es en relación con el penoso espectáculo del presidente.

La mojiganga de Sánchez sería tal si tuviese tintos de comicidad; como no es el caso, se define como farsa. Una farsa de la que se ha analizado casi todo, menos sus referencias a su bienestar cognitivo y emocional, que la hacen aún más vomitiva.

Nadie se puede creer que alguien tan supuestamente afectado por el constante bombardeo de informaciones contra su persona y entorno, en apenas cinco días tenga la intención no solo de seguir al frente del Gobierno, sino de presentarse a las próximas elecciones. Repulsivo. Pero hay quien lo aplaude.

Los problemas de salud mental de nuestros días, entendidos, sobre todo, como ansiedad y depresión, están a la orden del día. Afortunadamente, cada vez es más habitual hablar de ello sin miedo al qué dirán. Y es importante dar voz a quienes se abren en canal para explicar sus casos, en especial las personas influyentes.

En el caso de Sánchez, dudando de que su situación emocional fuese tan mala como quiso exponer, hay que añadir que, de todos modos, él es tan víctima como verdugo por su forma ofensiva y faltona de hacer política. Con la agravante de que sus palabras, actos y decisiones no solo se quedan en el Congreso, sino que afectan a la ciudadanía de manera que sí puede provocar en las personas serios problemas de salud en todos los ámbitos.

Las consecuencias de estos altibajos emocionales son variadas, pero hay una que no tiene arreglo. El suicidio, algo que sigue tan oculto en la sociedad, se lleva cada año en España más de 4.000 vidas por delante. Tal vez si se publicasen los datos más a menudo sería más fácil hacer un diagnóstico de la situación y tratar de buscar la solución en la raíz. Por el contrario, el presidente utiliza su supuesto malestar emocional para hacerse más fuerte.

Por lo tanto, no se trata solo de hablar del problema, sino de sus causas, que muchas las originan personas (otras tienen que ver con enfermedades, con fallecimientos, con adicciones y divorcios), ya sea de forma individual (alguien que está obsesionado contigo y te hace la vida imposible, una persona que te presiona para que consigas un objetivo, o un jefe que te maltrata con sus comentarios personales y su poca mano izquierda) o en grupo.

Así que la carta de amor adolescente y su vacío discurso posterior no solo no ayudan a quienes sufren de verdad depresión y ansiedad, sino que suponen una burla en toda regla. Veremos cómo se produce esta “regeneración democrática”, pero utilizar la salud mental para seguir en el poder es caer más bajo aún de lo que parecía que podía pasar.